Comentario
Los sellos cilíndricos neosumerios, tallados en diferentes clases de piedras (lapislázuli, diorita, serpentina, hematites, sobre todo) presentan, como no era menos de esperar, una variadísima temática, aunque el argumento preferido, repetido una y mil veces, es el de la escena de presentación, invariablemente ante el símbolo del creciente lunar, clara alusión al dios Sin.
Si al comienzo de este renacimiento de todo lo sumerio, los temas animalísticos y de la vida cotidiana aparecen con relativa frecuencia, aunque con tratamientos algo descuidados, visibles en los ejemplares con decoración de pájaros, cisnes, barcos, etcétera, luego alcanzaron verdadera categoría artística.
La escena de presentación, que ya conocemos por las estelas, aparece bastante unificada, con pocas variaciones, en la glíptica de esta época: un adorador es conducido por una diosa ante una divinidad sentada (usualmente, otra diosa y más raramente un dios o un rey deificado), ataviada con el vestido de volantes y en actitud de alzar la mano, en gesto de acogida. La divinidad se halla siempre vuelta hacia la izquierda, tocada con la tiara con el par de cornamentas, y el adorador aparece en todos los ejemplares con la cabeza y el rostro rapados, esto es, ritualmente puro, llevando un vestido similar al del ser divino.
Dado el considerable número de sellos con esta temática, debemos reseñar tan sólo unos cuantos: de Gudea, por ejemplo, el de la Morgan Library de Nueva York y el tan divulgado del Museo del Louvre; de Ur-Nammu, el magnífico cilindro-sello que le dedicó su gobernador, Khashaner, en donde las figuras aparecen muy estilizadas; de Shulgi podemos citar los que le dedicaron su mensajero Kudashum, su portatronos Kilula (éste 5,35 por 3,35 cm, de bellísimas figuras y larga inscripción, hoy en el Museo Británico) y su pastor Nikala (Museo del Louvre).
Digno de ser citado por la variante que de este tema presenta, es el cilindro-sello de Uruk (hoy en el Museo Británico) ofrecido por la vida de Shulgi, en donde el adorador, cuyo nombre se ignora por hallarse la inscripción incompleta, se halla solitario ante el dios Meslamtae'a y un dragón, sosteniendo ambos el caduceo divino. De Ibbi-Sin podemos reseñar el que le dedicó su escriba Erradan, personaje que es introducido por una diosa ante el rey deificado.
Otros temas, que tuvieron también difusión, fueron los del personaje solitario (por lo común un dios o una diosa), junto a un largo texto que ocupaba la superficie del sello; el de los animales fantásticos que a modo de Pájaro de la Tormenta atacan animales; las escenas del sacrificio ritual de animales ante altares y divinidades; y la del héroe que aplasta al enemigo con su pie o bien ataca a las fieras. De toda esta temática contamos con muy buenos ejemplares, debiendo citar únicamente, como muestra, el sello cilíndrico de Urlugaledina (6,10 por 4,50 cm), con la figura del dios-visir Edinmugi, bellamente estilizada, a quien se lo dedicó; y el del oficial Lugalsatran, dedicado al sacerdote Lushara, sello decorado con un ser mixto con cabeza de león y cuerpo y alas de águila en el acto de atacar a dos ciervos.
Al final del período, la inestabilidad política también se reflejó en el arte de la glíptica, con cilindro-sellos de dimensiones más reducidas y labra más superficial y tosca, nuevamente con temas tradicionales, sobre todo con los típicos héroes atacando o venciendo a fieras (un cilindro del Ashmolean Museum, por ejemplo). Ni que decir tiene que muchos sellos son ahora reaprovechados, borrándose las inscripciones existentes y poniéndose otras en su lugar.